Este martes 22 de
octubre a las 6:16 de la tarde, hora venezolana (22:16 hora universal), entra
el Sol al Escorpión, el signo de los mundos subterráneos, pantanosos, profundos
y ocultos, y que paradójicamente también representa la capacidad de remontarse
a lo más alto del cielo.
En efecto, es un signo
de evolución que nos lleva a vivir situaciones extremas, tanto a aquellos que
en algún momento, por un tránsito planetario se les activa el signo, o por siempre,
a aquellos que tienen al Escorpión fuerte en su esquema natal.
Esta tendencia extrema,
bipolar, bien puede asociarse al día y la noche. Plutón, el regente del
Escorpión, gobierna la noche, mientras que el Sol al día, y ambos comparten su
influencia con la glándula pineal, ubicada en el séptimo chakra, y que es
nuestra fuente de poder: debe encenderse de día con la luz solar, y dormir en
la noche, bajo las sombras plutonianas.
Por tanto, el
Escorpión, desde su sótano, tiene acceso a las más altas cikmas de la
iluminación espiritual.
Cada vez que se activa
el signo del Escorpión, me da por recordar una nde mis novelas favoritas, como
lo es “Demian”, de Hermann Hesse, y su célebre frase de inicio: “Para nacer hay
que destruir un mundo”. Morir y renacer, los extremos de la vida, están en la
esencia de esta franja del zodíaco.
El arcano del Tarot “La
muerte” está asociada al Escorpión, mas en esa carta puede observarse una
semilla, que representa la vida en potencia, por eso allí también se refleja el
simbolismo escorpiano de la vida y de la muerte.
El tiempo del Escorpión
es propicio para soltar los apegos y aceptar los cambios luego de un período de
“crisis”.
El Escorpión es un signo de agua y por tanto predomina en él la
emotividad, es un signo fijo, lo que le da mucha persistencia, obstinación y carácter
obsesivo; es el signo de lo oculto, lo esotérico y misterioso. Las personas con
mucha influencia escorpiana son reservadas, con mucha capacidad de observación
e investigación, aparentemente frías pero muy susceptibles; en ellas, la
procesión va por dentro.
El planeta que rige a Escorpio es Plutón, que representa las
transformaciones radicales; es el ave Fénix que renace de sus cenizas, la lava
del volcán interno que explota cuando al no transformar lo negativo en
positivo, no aguanta y se producen el terremoto y la devastación a nuestro
alrededor.
A Plutón se le dio el nombre del dios griego de las regiones
infernales (Hades). Tanto este planeta como el signo de Escorpio, se relacionan
con los órganos sexuales, también con el orgasmo, que es una forma de entender
la muerte y la resurrección, o lo que los yoguis denominan “samadhi”, máximo
momento de comunión con la divinidad.
Esta energía sexual, llamada por los hindúes “kundalini”, que se
genera en el primer chakra, si la aprendemos a dominar, la podemos hacer
ascender por nuestra columna hasta el séptimo chakra, momento en que se alcanza
el “samadhi” o iluminación, secreto de los maestros espirituales que han
alcanzado un mayor grado de evolución.
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Ilustración: Pedro González Rondón