Pedro González Silva
Para la mayoría de las personas que han oído algo sobre el tema, los alquimistas son aquellos investigadores de la antigüedad ‑antecesores de los químicos de hoy‑ que dirigían sus investigaciones hacia un objetivo fundamental: descubrir la llamada “piedra filosofal”, fórmula mediante la cual podrían transformarse metales ordinarios ‑como el plomo‑ en un metal precioso, como oro.
Sin dejar de ser ciertas estas búsquedas, la esencia de la alquimia encierra un significado más profundo; la transformación del plomo en oro no sería más que un simbolismo que nos lleva a una búsqueda más elevada, como lo es la transmutación interna de cada ser humano, el camino de la evolución, el pasar de vibraciones densas ‑nuestro “plomo interno”‑ hacia vibraciones más sutiles y elevadas que nos permitan brillar, desarrollar nuestro “oro”.
La astrología de alguna manera guarda relación con esta búsqueda alquímica. Veamos por qué: cada planeta se asocia a un metal, y también a un chakra (centro de emanación de energía de nuestro organismo).
Tenemos que Saturno se asocia al plomo, el metal más denso que los alquimistas desean transformar en oro, y está asociado también a nuestro primer chakra, el “muladhara”, ubicado en la base de la columna o plexo pélvico.
Júpiter representa el estaño, y rige al segundo chakra, “svadisthana”, a la altura del plexo hipogástrico, mientras Marte se asocia al hierro y tiene que ver con el tercer chakra, “manipura”, que está en el plexo solar, a la altura del ombligo.
Venus, cuyo metal es el cobre, rige el cuarto chakra, “anahata”, ubicado a la altura del corazón, mientras que Mercurio, asociado al azogue, tiene influencia sobre el quinto chakra, “vichudda”, ubicado en la región de la garganta.
La Luna, cuyo metal es la plata, rige el sexto chakra, el del “tercer ojo”, denominado “agna”, ubicado en el entrecejo, y finalmente el Sol, que representa el oro, gobierna el séptimo chakra, el de la iluminación, “sahasrara”, ubicado en la coronilla o cúspide de la cabeza.
Entonces, entendamos la relación con el simbolismo alquímico: la transmutación del plomo (Saturno) al oro (el Sol) se realiza en nuestro ser a través de los chakras, de nuestros puntos energéticos; se trata de ir trascendiendo nuestros aspectos más densos en vibración, y elevarnos hacia vibraciones más sutiles, elevadas, trascendentes.
Se trata de remontar el mundo de la materia, de los instintos, de las emociones sin control, pasando por el dominio de la mente, hasta llegar al punto de reencuentro entre nuestra alma individual y el espíritu colectivo del universo; es esto los grandes maestros de la Yoga, llaman “alcanzar la iluminación” o “samadhi”, esto es la alquimia espiritual.
CHAKRAS Y GLÁNDULAS
Cada chakra a su vez se corresponde con una glándula endocrina, las cuales segregan las sustancias que rigen nuestro mundo psicofísico; el primer y segundo chakra se asocian a las glándulas suprarrenales izquierda y derecha respectivamente, que tienen que ver con nuestra capacidad de concentración y disciplina, y con nuestras posibilidades de expansión y optimismo.
El tercer chakra se asocia al bazo, almacén de energía que nos ayuda a tener coraje, audacia, capacidad de acción; el cuarto chakra tiene que ver con el timo, asociada a nuestro mundo afectivo y a las defensas del organismo, mientras que el quinto chakra se asocia a la tiroides, que conecta nuestros procesos mentales con la expresión verbal y regula el calor del cuerpo.
El sexto chakra es el de la glándula hipófisis, que rige nuestra psique, y finalmente el séptimo chakra está relacionado con la glándula pineal, rectora, junto a la hipófisis, del sistema endocrino, además de regular el sueño y la vigilia.
De tal forma que realizando una práctica como la Yoga, que tiende a nivelar nuestros chakras, y por ende nuestras glándulas endocrinas, estaremos trabajando para armonizar nuestro mundo físico, psíquico y emocional, y de esta forma estaremos en vías de lograr nuestra propia alquimia espiritual, cosa que además lograremos con nuestro propio espíritu de superación, que nos permita trascender nuestras debilidades y exaltar nuestras fortalezas.
Los chakras son como unas antenitas que reciben los efluvios del universo, y que a su vez condicionan el funcionamiento de nuestras glándulas endocrinas, las cuales son sensibles a las configuraciones planetarias que se producen en el cielo.
Y es por eso que si cada persona, a través de su carta astral, llega a conocer sus configuraciones astrológicas, es posible que adquiera mayor conciencia del trabajo alquímico que debe realizar para mejorar aquellos aspectos de su vida que están marcados por su funcionamiento glandular, por eso, la astrología científica es llamada también cosmobiología.
Para la mayoría de las personas que han oído algo sobre el tema, los alquimistas son aquellos investigadores de la antigüedad ‑antecesores de los químicos de hoy‑ que dirigían sus investigaciones hacia un objetivo fundamental: descubrir la llamada “piedra filosofal”, fórmula mediante la cual podrían transformarse metales ordinarios ‑como el plomo‑ en un metal precioso, como oro.
Sin dejar de ser ciertas estas búsquedas, la esencia de la alquimia encierra un significado más profundo; la transformación del plomo en oro no sería más que un simbolismo que nos lleva a una búsqueda más elevada, como lo es la transmutación interna de cada ser humano, el camino de la evolución, el pasar de vibraciones densas ‑nuestro “plomo interno”‑ hacia vibraciones más sutiles y elevadas que nos permitan brillar, desarrollar nuestro “oro”.
La astrología de alguna manera guarda relación con esta búsqueda alquímica. Veamos por qué: cada planeta se asocia a un metal, y también a un chakra (centro de emanación de energía de nuestro organismo).
Tenemos que Saturno se asocia al plomo, el metal más denso que los alquimistas desean transformar en oro, y está asociado también a nuestro primer chakra, el “muladhara”, ubicado en la base de la columna o plexo pélvico.
Júpiter representa el estaño, y rige al segundo chakra, “svadisthana”, a la altura del plexo hipogástrico, mientras Marte se asocia al hierro y tiene que ver con el tercer chakra, “manipura”, que está en el plexo solar, a la altura del ombligo.
Venus, cuyo metal es el cobre, rige el cuarto chakra, “anahata”, ubicado a la altura del corazón, mientras que Mercurio, asociado al azogue, tiene influencia sobre el quinto chakra, “vichudda”, ubicado en la región de la garganta.
La Luna, cuyo metal es la plata, rige el sexto chakra, el del “tercer ojo”, denominado “agna”, ubicado en el entrecejo, y finalmente el Sol, que representa el oro, gobierna el séptimo chakra, el de la iluminación, “sahasrara”, ubicado en la coronilla o cúspide de la cabeza.
Entonces, entendamos la relación con el simbolismo alquímico: la transmutación del plomo (Saturno) al oro (el Sol) se realiza en nuestro ser a través de los chakras, de nuestros puntos energéticos; se trata de ir trascendiendo nuestros aspectos más densos en vibración, y elevarnos hacia vibraciones más sutiles, elevadas, trascendentes.
Se trata de remontar el mundo de la materia, de los instintos, de las emociones sin control, pasando por el dominio de la mente, hasta llegar al punto de reencuentro entre nuestra alma individual y el espíritu colectivo del universo; es esto los grandes maestros de la Yoga, llaman “alcanzar la iluminación” o “samadhi”, esto es la alquimia espiritual.
CHAKRAS Y GLÁNDULAS
Cada chakra a su vez se corresponde con una glándula endocrina, las cuales segregan las sustancias que rigen nuestro mundo psicofísico; el primer y segundo chakra se asocian a las glándulas suprarrenales izquierda y derecha respectivamente, que tienen que ver con nuestra capacidad de concentración y disciplina, y con nuestras posibilidades de expansión y optimismo.
El tercer chakra se asocia al bazo, almacén de energía que nos ayuda a tener coraje, audacia, capacidad de acción; el cuarto chakra tiene que ver con el timo, asociada a nuestro mundo afectivo y a las defensas del organismo, mientras que el quinto chakra se asocia a la tiroides, que conecta nuestros procesos mentales con la expresión verbal y regula el calor del cuerpo.
El sexto chakra es el de la glándula hipófisis, que rige nuestra psique, y finalmente el séptimo chakra está relacionado con la glándula pineal, rectora, junto a la hipófisis, del sistema endocrino, además de regular el sueño y la vigilia.
De tal forma que realizando una práctica como la Yoga, que tiende a nivelar nuestros chakras, y por ende nuestras glándulas endocrinas, estaremos trabajando para armonizar nuestro mundo físico, psíquico y emocional, y de esta forma estaremos en vías de lograr nuestra propia alquimia espiritual, cosa que además lograremos con nuestro propio espíritu de superación, que nos permita trascender nuestras debilidades y exaltar nuestras fortalezas.
Los chakras son como unas antenitas que reciben los efluvios del universo, y que a su vez condicionan el funcionamiento de nuestras glándulas endocrinas, las cuales son sensibles a las configuraciones planetarias que se producen en el cielo.
Y es por eso que si cada persona, a través de su carta astral, llega a conocer sus configuraciones astrológicas, es posible que adquiera mayor conciencia del trabajo alquímico que debe realizar para mejorar aquellos aspectos de su vida que están marcados por su funcionamiento glandular, por eso, la astrología científica es llamada también cosmobiología.
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