La Luna Nueva
ocurre cuando nuestro satélite entra en conjunción con el Sol; en esa fase la
Luna no se ve y su influjo en la psique humana disminuye; así como bajan las
mareas, también en nuestro organismo (constituido en un 75% de agua) baja
nuestra “marea”.
El resultado de
esto es que nuestro mundo subconsciente se aquieta, y por tanto, la conciencia,
que es nuestra energía solar, adquiere más claridad.
En Virgo, la
fase de Luna Nueva, que de por sí nos da una mente más despejada de
turbulencias emocionales, favorece una mayor capacidad de análisis y
observación, ayuda a discernir mejor, a distinguir lo bueno de lo malo, lo
verdadero de lo falso, nos permite ver mejor los detalles, y tomar decisiones en
forma práctica, racional y lógica.
Las energías de
Virgo se asocian a procesos de sanación, tanto física, mental como espiritual,
por lo que esta Luna Nueva puede favorecer toda intención que tengamos a favor
de una vida más saludable, ya sea recuperarnos de una dolencia, o mantener y
elevar nuestra fuerza vital.
Los astros son
parte del lenguaje de Dios, es un alfabeto celeste. No es que la Luna Nueva
tenga poder sanador por sí misma, como no lo tiene ningún otro astro; todo el
poder proviene de Dios, y él nos habla de diversas maneras, y una de ellas es a
través de las configuraciones planetarias.
Si hay algo que
necesitemos sanar, oremos, pongamos nuestra mente en el Creador, y confiemos en
su voluntad. La Luna Nueva en Virgo sólo nos habla de un momento propicio, de
una sincronía entre lo que necesitamos y lo que puede ocurrir.
Esta sincronía
puede manifestarse como un deseo por tener un estilo de vida más saludable, por
atender alguna dolencia a la que no le hemos hecho caso, a deshacernos de resentimientos
que nos enferman o a darle un sentido a nuestra vida que nos dé mayores
satisfacciones espirituales, conectándonos con aquello en donde podamos servir
a los demás, y sentir que tenemos un propósito, una razón de ser.
Es importante la relación que existe entre el Sol y la
Luna; esta relación es la que provoca las fases lunares: Luna Nueva, Cuarto
Creciente, Luna Llena y Cuarto Menguante.
La Luna Nueva,
conjunción de nuestro satélite con el Sol, marca un nuevo ciclo lunar mensual,
cuyas energías podemos aprovechar en nuestra vida cotidiana. Los días previos a
la Luna Nueva, son excelentes para visualizar nuestras más inmediatas
aspiraciones, a fin de darles la fuerza necesaria para que se materialicen en
el transcurso del nuevo ciclo, si esto está alineado a la voluntad de Dios.
La Luna Nueva ocurre
cuando nuestro satélite y el Sol coinciden en el mismo signo y en el mismo
grado de ubicación en esa franja zodiacal; es el momento en que la Luna no se
ve, está oscura.
En la Luna Nueva, el
Sol predomina sobre la Luna, y así la conciencia domina al subconsciente, por
tanto tenemos mayor claridad mental, es un momento en que las emociones están
controladas por la mente y nos perturban menos, y podemos tomar decisiones más
racionales y menos impulsivas, esto favorece que podamos ver las cosas como son
realmente y no detrás del velo de nuestro mundo emocional.
Al tener mayor claridad
mental, tenemos más fuerza psíquica para visualizar nuestras metas y deseos con
una imagen clara y definida, lo que ayuda a que tales metas y deseos puedan
concretarse.
Para que estos deseos
puedan manifestarse, en primer lugar deben estar alineados a la voluntad
divina, y en segundo lugar, es necesario tomar acciones que favorezcan la
realización de tales deseos; por ejemplo, no podemos pedir salud, si nuestro
estilo de vida no es saludable. Tenemos que actuar de manera coherente con
aquello que deseamos.
Al entregar nuestro
deseo a la voluntad de Dios, sabemos que no podemos pedir algo que dañe a
terceras personas o que nos perjudique a nosotros mismos. Tampoco estaríamos
alineados a la voluntad divina si pedimos algo que vaya en contra del libre
albedrío de las demás personas.
En cuanto a tomar
acciones que vayan en dirección del logro de nuestros deseos, el Cuarto
Creciente es el momento en que las energías estelares aumentan y todo aquello
que con esfuerzo estamos realizando comienza a crecer, a surgir; es el momento
de mayor empuje, de más acción.
El día de Cuarto
Creciente es bueno hacer alguna acción física que signifique un primer paso
hacia el logro de aquello que nos hemos propuesto lograr.
La Luna Llena es el
tiempo de mayor plenitud e iluminación; el Sol se enfrenta a la Luna. Podemos
lograr un equilibrio entre nuestro mundo consciente e inconsciente y trabajar
la expansión de la conciencia. Ese día debemos meditar, relajar la mente,
soltarla, elevarla, y esperar que nos vengan ideas que nos enrumben hasta el
logro de nuestro deseo, ideas que pueden ser un mensaje directo de Dios para
cada uno de nosotros.
Meditar no es lo mismo
que visualizar; aquí no se trata de ver la imagen de lo que deseamos, aquí se
trata de entregar nuestra mente a Dios, dejar que fluya el vacío para que
llegue la iluminación. Con la meditación alcanzamos una luz en el camino; de
manera natural nos llegan las respuestas y tenemos mayor claridad en nuestros
objetivos.
El Cuarto Menguante nos
da la perspectiva de lo que vamos a cosechar; es el impulso final, el proceso
de culminación de una etapa. Podemos ir preparándonos para obtener los primeros
resultados de aquello que deseamos, o tal vez el logro total de nuestro deseo
esencial, o incluso hasta algo mejor de lo que pedimos. Es importante la fe que
tengamos en el poder infinito de Dios y que lo que pidamos, sea conforme a su
voluntad.
Luego, volverá la fase
de Luna Nueva, un ciclo que se cierra y otro que inicia; podría ser oportunidad
para que se manifieste aquello que hemos pedido, o por lo menos, ver los
primeros resultados.
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